Llevo doce años siendo policía y doce años trabajando de un modo u otro en todo lo relacionado con la educación y la seguridad vial. Y muchas son las ocasiones en que he oído frases como estas de gente muy competente, y es que sé bien que en muchos momentos la frustración mina el ánimo del más luchador.
También sé que es muy duro trabajar día a día por algo en lo que se cree, pero como único resultado tener la creencia de que ha llegado a alguien, de que, al menos una persona, haya puesto en práctica uno sólo de nuestros consejos.
Tras tantos y tantos años luchando junto a un espectacular grupo de compañeros, este año vemos con placer y satisfacción cómo empiezan a creer en nosotros, y desde el Gobierno de Cantabria, Ayuntamientos y empresas del sector privado, se ponen en contacto con nosotros para decirnos “creemos en vuestro proyecto”. ¡¡Que gran paso!!.
Más impresionante aún, es ver como alumnos salen del centro a donde hayamos acudido y nos dan las gracias por luchar, mientras observas como una lágrima se escapa furtiva de sus ojos, que describe más de lo que mil palabras que nos pudieran contar. Cómo explicar esa sensación que te queda, como un nudo en la garganta, porque sabes que, aunque sea tan sólo uno, ha absorbido nuestras emociones y ha cambiado su conducta en la carretera y su visión hacia la misma. Eso, querido lector, es ya un logro, en la sociedad tan difícil en la que vivimos.
Y tras todo esto queda un sueño de un grupo de amigos que creen que SÍ podemos cambiar el mundo un poquito y que SÍ seguiremos luchando por el orgullo de haberlo intentado al menos.
Hoy me llama mi cuñada para contarme lo que era una gracia hecha por mi sobrina de 6 años, Deva; una niña que nunca ha recibido clases de educación vial y que yo, a pesar de mi profesión, me he limitado a contarle lo más básico, ponte el cinturón de seguridad, cruza por el paso de peatones, mira antes de cruzar, los colores del semáforo... Hoy le entregó a su madre una denuncia de tráfico por valor de 10 euros, hecha por ella, por no usar el cinturón de seguridad, tras habérselo advertido, y diciéndole, además, que si no lo hace se puede hacer daño. Yo jamás le he explicado qué es una multa, simplemente se ha fijado al verme trabajar. Nos ha dado una lección a todos de lo que absorben los niños de los adultos que le rodean, nos ah demostrado que nosotros somos su ejemplo. Al final serán los niños los que nos eduquen a nosotros...no hay palabras para eso.